La Jornada
Jueves 26 de octubre de 2006
Octavio Rodríguez Araujo/ I
CND y FAP, una interpretación
La palabra "convención" tiene varias acepciones: es un pacto entre intereses distintos, es una asamblea para convenir en algo, es también una asamblea nacional constituyente; en los partidos es una asamblea para designar a un candidato. Como yo la entiendo, con base en la propuesta de López Obrador, es tanto una asamblea para convenir en algo como una asamblea nacional constituyente y, a la vez, un marco general para la acción tanto social como política, es decir, al margen de las instituciones establecidas y en éstas, aprovechándolas como sugería Lenin en relación con la participación de los revolucionarios bolcheviques en instancias como la Duma (parlamento) y los sindicatos.
El complemento de la CND, también propuesto por AMLO, es el Frente Amplio Progresista (FAP) en el que podrán participar los partidos que formaron la coalición Por el Bien de Todos, otras organizaciones e individuos. Deberá notarse que uno de los adjetivos del frente es "progresista" y no otros más definidos que éste y que podrían resultar excluyentes. Interpreto que la idea del FAP es aglutinar a todos aquellos que estén en contra del conservadurismo de las derechas en el poder y de quienes, incluso desde las ultraderechas, han establecido alianzas con ellas.
El FAP, de acuerdo con la ley electoral vigente, no es un órgano electoral. El artículo 56, fracción 1 del Cofipe establece que "Los partidos políticos nacionales podrán constituir frentes, para alcanzar objetivos políticos y sociales compartidos de índole no electoral, mediante acciones y estrategias específicas y comunes". El artículo 57 señala que los partidos que participen en un frente no pierden su personalidad jurídica, ni su registro ni su identidad. La ley no prohíbe que los ciudadanos sin partido formen parte de un frente registrado ante el Instituto Federal Electoral, y como en nuestro sistema jurídico lo que no está prohibido está permitido, todos los que se asuman progresistas podrán formar parte de él.
Por su carácter amplio y progresista, el FAP se interpreta como un frente plural y no clasista ni correspondiente a una ideología política concreta. La condición en su amplitud es, por lo tanto, que quienes formen parte de él sean progresistas, es decir, no conservadores ni reaccionarios. En esta lógica, caben en el FAP tanto las personas, organizaciones y movimientos anticapitalistas y socialistas como quienes coincidiendo con el capitalismo están en contra de sus características impuestas desde la ideología neoliberal y de la concepción global determinada por el Consenso de Washington, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y otras instituciones multinacionales semejantes.
La CND y el FAP son vehículos deliberativos y organizativos no sólo para oponerse a quienes nos han expropiado el país desde los poderes del Estado hegemonizados por las derechas y las ultraderechas, sino para sentar las bases para una nueva República en la que haya bienestar y justicia, en la que se afirme la soberanía de la nación y la del pueblo, en la que disminuyan o desaparezcan los privilegios otorgados mediante corrupción o asociaciones delictuosas entre particulares y entre estos y los órganos del Estado, en la que la Constitución, una nueva Constitución y las instituciones que de ella se deriven sean reconocidas por las mayorías de la población y vean en ellas más posibilidades que en la actualidad de una vida mejor en un marco de libertades y de democracia en todos los órdenes y no sólo electoral que, dicho sea de paso, ha sido burlada por las instituciones encargadas de garantizarla.
La forma en que se han propuesto tanto la CND como el FAP no excluye la lucha dentro de las instituciones existentes. Esto ha sido difícil de entender por muchos, pero si se analiza con cuidado se puede ver que no es muy complicado ni contradictorio. De la misma manera que se aprovechan los derechos constitucionales hasta ahora vigentes (artículo 39 constitucional, por ejemplo), así como las leyes reglamentarias de esos derechos, también deben aprovecharse las instituciones que tenemos, como el Congreso de la Unión y las instancias de gobierno en las que el pueblo ha puesto a fuerzas y personas progresistas para dar la batalla en todos los frentes posibles. Quizá no se puedan hacer muchos cambios desde las instituciones, pero menos se harían si les dejamos al PRI y al PAN los órganos de representación y de gobierno.
domingo, octubre 29, 2006
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