miércoles, diciembre 15, 2010

Wikileaks.

La Jornada


Contra el Establishment
En respaldo a Julian Assange
Michael Moore *


Amigos: este lunes, en la corte de magistrados de Westminster, en Londres, los abogados del fundador de Wikileaks, Julian Assange, presentaron un documento enviado por mí, el cual expresa que he aportado 20 mil dólares para la libertad bajo fianza de Assange.

Además, públicamente ofrezco el apoyo de mi sitio web, mis servidores, mis nombres de dominio y cuanto más pueda hacer para que Wikileaks siga vivo y floreciente y continúe su labor de exponer los crímenes urdidos y cometidos en secreto en nuestro nombre y con el dinero de nuestros impuestos.

Con una mentira nos llevaron a la guerra en Irak. Hoy, cientos de miles están muertos. Imaginemos lo que habría pasado si los hombres que planeaban esta guerra en 2002 hubieran tenido que enfrentarse a un Wikileaks. Tal vez no habrían logrado ponerla en marcha. La única razón por la que creyeron salirse con la suya fue porque tenían un velo de secreto garantizado. Hoy esa garantía se ha desgarrado, y espero que jamás puedan volver a operar en secreto.

¿Y entonces por qué, luego de prestar tan importante servicio público, está hoy bajo un ataque tan virulento? Porque ha destapado y avergonzado a quienes han ocultado la verdad. Los denuestos e imprecaciones han rebasado los límites:

El senador Joe Lieberman dice que Wikileaks “ha violado la Ley de Espionaje”.

George Packer, de The New Yorker, llama a Assange “supersigiloso, de pellejo delgado y megalómano”.

Sarah Palin sostiene que es “un agente antiestadunidense con las manos manchadas de sangre”, a quien habría que perseguir “con la misma urgencia con que perseguimos a Al Qaeda y los líderes del talibán”.

El demócrata Bob Beckel (director de la campaña de Walter Mondale en 1984) declaró en Fox acerca de Assange: “Un muerto no puede andar filtrando cosas… sólo hay una forma de hacerlo: meterle un plomazo ilegalmente al hijo de puta”.

La republicana Mary Matalin afirma: “Es un sicópata, un sociópata… un terrorista”.

El representante Peter A. King califica a Wikileaks de “organización terrorista”.

¡Y vaya que lo es! Existe para aterrorizar a los mentirosos y belicosos que han llevado a la ruina a nuestra nación y a otras. Tal vez la próxima guerra no será tan fácil porque se ha volteado la mesa y hoy el Gran Hermano es el vigilado… ¡por nosotros!

Wikileaks merece nuestra gratitud por arrojar una gran luz sobre todo esto. Pero parte de la prensa corporativa ha minimizado su importancia (“poco de lo que ha revelado es nuevo”) o lo retrata como un sitio anarquista (“lo que hace es simplemente publicar todo sin ningún control editorial”). Wikileaks existe, en parte, porque los medios dominantes no han cumplido su responsabilidad. Las corporaciones que son sus propietarias han diezmado las redacciones e impedido que los buenos periodistas hagan su trabajo. Ya no hay tiempo ni dinero para el periodismo de investigación. Expresado en términos sencillos, los inversionistas no quieren que esas noticias se revelen. Les gusta que sus secretos se mantengan… en secreto.

Les pido imaginar cuán diferente sería nuestro mundo si Wikileaks hubiera existido hace 10 años. Hay una foto en la que se ve a George Bush a punto de recibir un documento “secreto”, el 6 de agosto de 2001. El encabezado dice: “Bin Laden, decidido a golpear a EU”. Y en esas páginas se indicaba que la FBI había descubierto “actividad sospechosa en este país, consistente con preparativos para aerosecuestros”. Bush decidió hacer caso omiso y siguió de pesca cuatro semanas más.

Pero, si ese documento se hubiera filtrado, ¿cómo habríamos reaccionado? ¿Qué habrían hecho el Congreso o la federación de aeronáutica? ¿No habría habido una probabilidad mayor de que alguien hubiera hecho algo si todos hubiéramos sabido del inminente ataque de Bin Laden usando aviones comerciales?

Pero en ese tiempo sólo unos cuantos tuvieron acceso al documento. Porque el secreto se mantuvo, un instructor de vuelo de San Diego que observó que dos estudiantes sauditas no mostraban interés por el despegue y el aterrizaje no hizo nada. Si se hubiera enterado por el periódico de la amenaza de Bin Laden, ¿tal vez habría llamado a la FBI? (La ex agente de la FBI Coleen Rowley, distinguida por la revista Time como una de las personas del año 2002, escribió un artículo en Los Angeles Times en el que señala que si Wikileaks hubiera existido en 2001, se pudo haber evitado el 11-S.)

¿Y si en 2003 el público hubiera leído los memorandos “secretos” en los que Dick Cheney presionaba a la CIA para que le diera “hechos” que le permitieran construir su argumentación falsa a favor de la guerra? Si un Wikileaks hubiera revelado en ese tiempo que en verdad no existían armas de destrucción masiva, ¿creen ustedes que se habría lanzado la guerra? ¿O más bien habría habido un clamor para que se arrestara a Cheney?

Apertura, transparencia: ésas son de las pocas armas con que cuenta el pueblo para protegerse de los poderosos y los corruptos. ¿Qué hubiera pasado si en los días posteriores al 4 de agosto de 1964 –luego que el Pentágono fabricó la mentira de que un barco nuestro fue atacado por norvietnamitas en el golfo de Tonkin– un Wikileaks nos hubiera dicho que todo fue un invento? Supongo que tal vez 58 mil de nuestros soldados (y dos millones de vietnamitas) hoy estarían vivos. En cambio, los secretos los mataron.

Para quienes creen que está mal apoyar a Julian Assange por las acusaciones de ataque sexual que lo tienen sujeto a proceso, todo lo que pido es que no sean ingenuos respecto de los ardides de un gobierno cuando decide ir tras su presa. Por favor, nunca crean la “historia oficial”. Y, al margen de que Assange sea culpable o inocente (entérense de la extraña naturaleza de las acusaciones), tiene derecho a presentar una fianza y defenderse. Me he unido a los cineastas Ken Loach y John Pilger y a la escritora Jemima Khan para reunir el dinero, y espero que el juez acepte la fianza y lo ponga en libertad este martes.

¿Podría Wikileaks causar algún daño imprevisto a las negociaciones diplomáticas de Washington en todo el mundo? Tal vez. Pero ése es el precio que se paga cuando un gobierno lleva a sus ciudadanos a la guerra con base en una mentira. Su castigo es que alguien encienda las luces de la habitación para ver qué se trae entre manos. No se puede confiar en él. Así pues, ahora todo cable, todo correo que escriba está abierto al escrutinio. Lo sentimos, pero eso quiso. Ahora nadie puede esconderse de la verdad. Nadie puede maquinar la próxima gran mentira si sabe que tal vez sea expuesta.

Y eso es lo mejor que Wikileaks ha hecho. Dios lo bendiga por salvar vidas con sus acciones. Y quien se sume al esfuerzo por apoyar a Wikileaks realiza un verdadero acto de patriotismo. Punto.

Hoy estaré en ausencia al lado de Julian Assange en Londres y pido al juez que le conceda la libertad. Estoy dispuesto a garantizar su retorno al tribunal con el dinero de la fianza que he enviado. No permitiré que esta injusticia quede sin respuesta.

Sinceramente, Michael Moore.

* Tomado del portal de Internet:

http://michaelmoore.com

martes, diciembre 07, 2010

Wikileaks. Que miedo da verse al espejo

La Jornada

Pascual sobre Wikileaks
Pedro Miguel

Hace unos días el embajador de Estados Unidos en México, Carlos Pascual, publicó en El Universal un artículo (“WikiLeaks en contexto”, http://bit.ly/fx6GOC) dedicado a justificar los actos de su gobierno puestos al descubierto por el sitio que preside el perseguido Julian Assange. El diplomático pone empeño en ganarse su salario mediante contorsiones conceptuales dignas del Cirque du Soleil y mentiras tan graciosas como que para Estados Unidos la relación más importante en el mundo es la que tiene con México. Buena palmada en el hombro a quienes quieran recibirla, de entre los habitantes de esto que –se confirma en los cables difundidos– Washington considera su patio trasero.

Sí: los “canales de comunicación confidenciales” son un instrumento aceptado y de uso cotidiano por todas las diplomacias del mundo. Valga, pues, la hipocresía, porque el oficio diplomático la requiere. Pero las revelaciones de Wikileaks van más allá de los chismorreos digitales entre, pongamos por caso, Pascual y Hillary Clinton: refiere el espionaje personal a altos funcionarios de la ONU, conspiraciones para proteger a criminales de guerra, connivencias lamentables con regímenes podridos (el que encabeza Calderón es sólo uno de la larga nómina), empeños depravados (no se me ocurre otra palabra) por mantener en la más absoluta indefensión a los infelices que se encuentran secuestrados en Guantánamo, conspiraciones para ocultar los vuelos “secretos” de la CIA en los que se llevó a incontables personas a centros de tortura o al matadero, mantenimiento de gobiernos títeres, como en Irak y Afganistán o, si nos remontamos un poco atrás en el tiempo, la agresión contra Panamá en la que los gringos asesinaron a miles de civiles inermes. En suma, lo grave no es que Washington y sus misiones diplomáticas intercambien secretitos al oído, sino que el gobierno de Estados Unidos sea tan irremediablemente inmoral y canalla (el que comete o es capaz de cometer acciones viles contra otros, dice María Moliner) en su trato con el resto del mundo.

Valga la hipocresía, pero es de una vileza sin límites que Pascual pretenda poner a Wikileaks y a Assange como “traidores a la transparencia” y como amenazas contra “los activistas en pro de la democracia, las mujeres valerosas que combaten para terminar el flagelo de la trata con fines de explotación sexual, los científicos de buena conciencia que buscan detener la proliferación nuclear, la policía y los juristas que trabajan para mantener el imperio de la ley”.

Las revelaciones del acosado sitio internético no afectan la imagen ni la tarea diplomática de las personas ni de los gobernantes que actúan con apego a la ética. Son devastadoras, en cambio, para los regímenes que, como los de Estados Unidos y México, ejercen el poder mediante la mentira, la infracción de las leyes, la traición sistemática a los intereses de sus respectivas poblaciones y el sometimiento a los designios de las corporaciones empresariales.

No es necesario contar con mucha información sobre Julian Assange y lo que él representa para ver en él y en Wikileaks un esfuerzo heroico de transparencia y de control social sobre gobiernos desbocados. Indigna, pero no sorprende, que miembros prominentes de la clase política de Estados Unidos y de Canadá llamen públicamente (¿qué dirán en privado?) a asesinar al australiano; se comprende, aunque resulte escandalosa, la furia judicial, propagandística y diplomática de Washington contra el sitio internético y su director. Los ciudadanos honestos y de buena voluntad de todo el mundo tenemos el deber de dar un apoyo efectivo a Assange y a Wikileaks (http://bit.ly/htWa7n) difundiendo sus revelaciones, pero también mediante donaciones de dinero. Si los grandes poderes políticos, mediáticos y económicos lograran acallarlos, la transparencia y la democracia en el planeta sufrirían una derrota devastadora y una regresión terrible a la oscuridad del poder totalitario, inescrutable e impune.

navegaciones@yahoo.com - http://navegaciones.blogspot.com - http://Twitter.com/Navegaciones

lunes, diciembre 06, 2010

Oaxaca. Derrota de la tiranía

La Jornada

Recuento de los daños
Gustavo Esteva

Hay ambiente de fiesta en Oaxaca. No es para menos. La pesadilla terminó. Pero la celebración es confusa, tensa y contradictoria. Oaxaca es zona de desastre. No podrá emprenderse la regeneración sin el recuento de los daños.

Hay daños aparatosos y evidentes. Las ideas modernizadoras de Ulises Ruiz mezclaban incompetencia con arbitrariedad, corrupción y mal gusto. Para convertir el centro de Oaxaca en una especie de encementada estación del Metro derribó árboles centenarios y elevó en varios grados la temperatura. Instaló un bodrio sin terminar en el auditorio de la Guelaguetza. Arruinó fuentes, monumentos, cerros, vialidades… Para recorridos permanentes de policías y militares, dedicados a proteger a gatilleros profesionales que asesinaron a líderes sociales en el centro de la ciudad.

El recuento es interminable. No hay área de la realidad oaxaqueña que no sufra las consecuencias de esa desastrosa administración. Pero en ninguna la situación es tan grave como en el desgarramiento del tejido social y la ruptura del marco institucional.

En septiembre de 2006 traté de describir en este espacio lo que ocurría:

“C. P. Snow preguntó a Mao qué se necesitaba para gobernar. ‘Un ejército popular, alimento suficiente y confianza del pueblo en sus gobernantes’, respondió Mao. ‘Si sólo tuviera una de las tres cosas, ¿cuál preferiría?’, preguntó Snow. ‘Puedo prescindir del ejército. La gente puede apretarse los cinturones por un tiempo. Pero sin su confianza no es posible gobernar’. Por algún tiempo más Ulises Ruiz podría seguir abusando de la paciencia del pueblo oaxaqueño. Pero ya nunca podrá gobernarlo. Ha perdido su confianza.”

Pienso que no me equivoqué. Ruiz nunca pudo volver a gobernar. Siguió usando los recursos públicos para su beneficio y el de sus allegados, para realizar cualquier cantidad de destrozos y para una apabullante campaña de comunicación que intentaba crear la apariencia de que gobernaba con éxitos innumerables. Pero dejó de cumplir la función de gobierno. Ya nadie le creyó.

Al comentar de qué manera caía a pedazos la estructura del poder, agregué en aquel artículo:

“El desvanecimiento del poder político aviva la amenaza de represión. Existe el prejuicio de que la gobernabilidad puede crearse o restablecerse recurriendo al monopolio estatal de la violencia. Es un equívoco propio de aficionados. Dos hombres de inmenso poder, Mao y Napoleón, lo sabían por experiencia. Mao prefería la confianza al ejército. Napoleón fue más contundente: ‘Las bayonetas sirven para muchas cosas, pero no para sentarse en ellas’. Descalificaba así a los aprendices de dictador que pretendían gobernar con el ejército o la policía. Las armas pueden hacer mucho daño, hasta destruir un país –como acaba de verse en Irak o Líbano. Pero con ellas no se puede gobernar (La Jornada 11/9/06).”

Calderón comete cada día ese error de aficionado, cuyas limitaciones se hicieron enteramente evidentes en el caso de Oaxaca.

El poder político es una relación, no una cosa; no es algo que tengan los gobernantes y puedan usar cuando quieran. Esa relación, que supone credibilidad y confianza, es el aglutinante de todo gobierno. Decía Monsi que la permanencia de Ulises Ruiz era un enigma y una ofensa a la República. Tenía razón. Las clases políticas, desde el Presidente y el Congreso hasta los dirigentes partidarios y los caciques, respaldaron abiertamente a Ulises Ruiz hasta el último día de su mandato. Por la medida en que despreciaron profundamente a la gente y la sustancia misma del poder político lo destruyeron.

Se dice con fundamento que padecimos en julio una elección de Estado. Todos los recursos públicos fueron empleados en apoyo del guardaespaldas de Ulises Ruiz: dineros, cooptaciones, coerción, asesinatos, intimidaciones… La sociedad derrotó al Estado.

Es preciso tomar seriamente en cuenta que la gente votó contra esa mafia política, más que en favor de Gabino Cué Monteagudo, aunque éste tenga credibilidad y simpatía en un sector importante de la población. Mal haría el nuevo gobernador en apoyarse solamente en ese sector y dar por sentado que su legitimidad le permitirá gobernar. El poder político que lo permitiría ha sido destruido. No puede contar con él. No lo adquirió al tomar protesta.

Tanto Cué como buena parte de su gabinete tienen escasa o nula experiencia administrativa. Eso puede ser una ventaja, porque no traen consigo la carga del lodo criminal que caracteriza hace años al gobierno de Oaxaca. Pero se volverá contra ellos si se pierden en los entresijos burocráticos y sus laberintos sin salida, en vez de optar por el único camino viable: escuchar a la gente, encontrar formas de servirla y atender sus exigencias, empezando por la que clama por hacer justicia y poner fin a la impunidad.

gustavoesteva@gmail.com

Estado fallido.Fallos de la Suprema Corte.

La Jornada

Lamentable sentencia
Bernardo Bátiz V.

La Suprema Corte de Justicia de la Nación, por unanimidad, resolvió la controversia constitucional que el Congreso interpuso contra un reglamento del Poder Ejecutivo que permite a Petróleos Mexicanos (Pemex) firmar con la iniciativa privada los llamados contratos incentivados”. La resolución en mi opinión es lamentable por varios conceptos.

En primer lugar, y únicamente en cuanto a la forma, da en que pensar el hecho de que Juan José Suárez Coppel, director de la paraestatal, haya anunciado públicamente el pasado martes 30 de noviembre que la empresa que dirige se asociará a consorcios privados a través de los citados contratos, cuando aún no se sabía si la Corte los avalaría; en efecto, fue dos días después cuando el alto tribunal resolvió que el reglamento que los autoriza no es anticonstitucional.

El señor Coppel ¿es adivino?, ¿cómo supo que podría celebrar los tan controvertidos contratos incentivados, si el martes el asunto aún no se resolvía? O bien, como con malicia podemos imaginarlo, sus cabilderos y abogados ya conocían el sentido de la resolución de la Suprema Corte. Esta coincidencia entre las opiniones del Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo no tendría nada de sospechosa si el responsable de Pemex no hubiera festejado una resolución aún no dictada.

El otro punto que debe preocuparnos es la confusión que hay entre el concepto de rectoría del Estado y el de control y propiedad nacional sobre los hidrocarburos. En efecto, la resolución consideró válido el reglamento, pero agregó que para evitar que en el acto de aplicación del mismo se ponga en entredicho “la rectoría del Estado”, y para que por ningún motivo se comprometa la propiedad y control sobre los hidrocarburos, en la misma resolución delimitaron las facultades que tiene el consejo de administración para suscribir convenios con particulares.

El ministro José Ramón Cossío, por su parte, se preocupó por que la resolución “respete el espíritu del artículo 27 constitucional sobre rectoría del Estado en hidrocarburos”; tanto él como el presidente, Guillermo Ortiz Mayagoitia, y la ministra ponente se preocuparon más por los detalles que por el fondo del problema, que radica en determinar si el reglamento contradice disposiciones constitucionales.

Veamos sí o no. El artículo 28 de la Constitución dice textualmente: “Las comunicaciones vía satélite y los ferrocarriles son áreas prioritarias para el desarrollo nacional”, y agrega enseguida: “El Estado ejercerá en ellas su rectoría, protegerá la seguridad y la soberanía de la nación y al otorgar concesiones o permisos mantendrá o establecerá el dominio de las respectivas vías de comunicación”.

En cambio, respecto de las áreas estratégicas definidas por los artículos 25 y 28 no hay posibilidad de otorgar ni concesiones ni permisos, ni siquiera la de compartir actividades con otras entidades que no sean las del Estado mismo.

Sobre el petróleo, la nación mexicana no ejerce rectoría alguna, porque sobre el petróleo la intervención del Estado mexicano es directa y ejerce la propiedad y el control de manera exclusiva sobre los organismos que en su caso se establezcan y que no son otros que Pemex y sus subsidiarias. El Estado ejerce rectoría sobre otros, sobre personas y empresas distintas al Estado, sujetas a su jurisdicción, no sobre sí mismo.

Para mayor claridad en cuanto a la diferencia entre áreas estratégicas y prioritarias, transcribo los siguientes párrafos del artículo 25 constitucional: “El sector público tendrá a su cargo, de manera exclusiva, las áreas estratégicas que se señalan en el artículo 28 párrafo cuarto de la Constitución (hidrocarburos y otros), manteniendo siempre el gobierno federal la propiedad y el control sobre los organismos que en su caso se establezcan”.

En el siguiente párrafo se dispone: “Asimismo podrá participar (el sector público) por sí o con los sectores social y privado de acuerdo con la ley, para impulsar y organizar las áreas prioritarias del desarrollo”.

La distinción constitucional es nítida: en las áreas estratégicas, entre las que está el petróleo, el gobierno federal tiene a su cargo, de manera exclusiva, la propiedad y el control; en cambio, en las áreas prioritarias podrá participar por sí o con los sectores social y privado, y tendrá la rectoría.

Los señores ministros olvidaron la diferencia entre áreas prioritarias y áreas estratégicas y lamentablemente olvidaron también lo que significa estrategia, que es en primer término un concepto militar y también el arte de dirigir asuntos o negocios en los que hay contrarios o competidores. En el mundo globalizado y complicado de hoy los estados soberanos están obligados a defenderse, a reservarse el manejo de los sectores de la economía que les permitan conservar y afianzar su soberanía. Los contratos por los que se entregan franjas del territorio mexicano para ser exploradas y explotadas por empresas extranjeras son sin duda medidas estratégicas, sólo que de nuestros competidores; no son nuestras estrategias: son las de ellos. La estrategia mexicana debiera ser preservar para sí esas áreas y sectores y no entregarlos en manos de quienes compiten con nuestro país en el extranjero y en el comercio mundial por conducto de las empresas que, precisamente, son las rivales de Pemex en el agitado mundo de las ambiciones desatadas del capitalismo actual y del sistema de competencia sin freno ni medida.
jusbbv@hotmail.com

miércoles, diciembre 01, 2010

México. Brutal Endeudamiento.

La Jornada

México SA

">¿Que nada crece? ¡Falso!
">¿Y dónde está la deuda?
">Calderón te dirá cómo

Carlos Fernández-Vega


Si alguien cree que en este estancado país nada crece (más allá de los jugosos beneficios de las minorías), está totalmente equivocado. Cierto es que no avanza la economía, la generación de empleo formal ni el bienestar social, pero eso es lo de menos. Por ello, para despejar dudas y enfriar pasiones, la Secretaría de Hacienda documenta uno de los mayores crecimientos en el cuatrienio calderonista: el del débito público, que se ha incrementado casi al mismo ritmo que el número de discursos triunfalistas pronunciados por el inquilino de Los Pinos (alrededor de 3 mil 300 en el periodo).

En dicho cuatrienio, la deuda neta (interna y externa) del sector público federal registra un incremento superior a 10 puntos porcentuales del producto interno bruto, para significar a estas alturas más de 30 por ciento del PIB. El saldo de este débito pasó de un billón 985 mil 730 millones de pesos, el primero de diciembre de 2006, a 4 billones 40 mil 850 millones al cierre de octubre pasado, es decir, un crecimiento de 103.5 por ciento.
Si esta noticia fuera divulgada por el aparato propagandístico del inquilino de Los Pinos, los genios de la comunicación oficial la presumirían como una excelente buena nueva para los mexicanos, y como una muestra irrebatible de que el susodicho cumple sus promesas de campaña, toda vez que, producto de su exitosa política contra cíclica, de su indoblegable determinación de mantener sanas las finanzas públicas y etcétera, etcétera, por fin algo reporta crecimiento en el país. Sin embargo, tales genios sólo le entran a los temas de Wonderland, y el del débito público ni de lejos está incorporado al México rosa que promueven desde Los Pinos.

Cierto es: los maquillistas del aparato propagandístico de Felipe en el gobierno de las maravillas no caben aquí. A más de 2 billones de pesos asciende la nueva deuda contratada por el sector público (gobierno federal, organismos y empresas gubernamentales e instituciones de la banca de desarrollo) durante el cuatrienio calderonista (hasta octubre de 2010) de acuerdo con la información de la Secretaría de Hacienda. Lo anterior se traduce en un endeudamiento promedio de mil 407.6 millones por cada día de estancia en Los Pinos de Felipe Calderón, el mismo personaje que en campaña electoral se desgañitó para convencer a propios y extraños sobre el “peligro para México” que significaba endeudarse de forma voluminosa. Pues bien, el desgañitado registra lo que hace suponer un récord nacional: haiga sido como haiga sido, a la deuda pública le ha sumado casi un millón de pesos por minuto de inquilinaje en la residencia oficial.

Allá por los tiempos de su campaña electoral, a mediados de 2006, Calderón, su partido político (léase textual) y el gran capital que lo financió, pregonaban: “si llega a presidente nos va a endeudar más y vendrá una crisis económica, devaluación, desempleo. Estos son los grandes planes de López Obrador, un peligro para México… López Obrador juega con el futuro de México… sus grandes ideas sólo significan deuda y más deuda para todos… con López Obrador perdemos todos… hay formas de que México avance sin deudas… ¡Felipe Calderón te dirá cómo!”

Pues bien, Felipe Calderón nunca dijo cómo; no demostró que “hay formas de que México avance sin deudas”, y por lo visto, tampoco con deudas; los “grandes planes” y las “grandes ideas de deuda y más deuda” que según él proponían sus contrarios en los hechos no eran más que sus propias “ideas”, sólo que vergonzantes, y para rematar, sin López Obrador, el inquilino de Los Pinos endeudó al país, vino la crisis, la devaluación y el desempleo, de tal suerte que, a un elevadísimo costo, los habitantes de este país ya se dieron cuenta quién resultó ser el verdadero “peligro para México.”

La Secretaría de Hacienda lo explica así: “en lo que corresponde al saldo de la deuda interna neta del sector público federal, al cierre de octubre de 2010 se ubicó en 2 billones 802.1 mil millones de pesos, lo que significa un incremento de 208 mil millones de pesos respecto del saldo registrado al cierre de 2009. Ello obedece a un endeudamiento interno neto durante el periodo de 234.3 mil millones de pesos, a ajustes contables al alza por 26.5 mil millones de pesos y por un incremento en las disponibilidades del sector público federal por 52.9 mil millones de pesos. Por su parte, el saldo de la deuda externa neta del sector público federal fue de 99.1 mil millones de dólares, monto superior en 7 mil 300 millones de dólares al registrado al cierre de 2009. Este resultado se explica por un endeudamiento externo neto de 5 mil 400 millones de dólares, así como por ajustes contables al alza por 400 mil dólares y por una disminución en las disponibilidades del sector público federal por 1.5 mil millones de dólares”.

El primero de diciembre de 2006 el paquete completo de deuda pública sumó un billón 985 mil 730 millones de pesos; al 31 de octubre de 2010, 4 billones 40 mil 850 millones. En la primera de las fechas mencionadas la deuda por habitante ascendió a 18 mil 912 pesos; al 31 de octubre de 2010 cada mexicano (incluidos los recién nacidos) debía 37 mil 415 pesos (casi dos salarios mínimos anuales), prácticamente el doble que cuatro años atrás. Así, se derrumba el mito de que en México nada crece.

Dado el esfuerzo que implica contratar débito a la velocidad de la luz, era de esperar que una deuda pública mayor en 2 billones y pico de pesos tendría algún impacto positivo en el raquítico comportamiento económico del país, en la generación de empleo, en el bienestar de la población (en el desarrollo, pues), pero lamentablemente no se ve por ningún lado. Casi 200 mil millones de dólares adicionales en deuda, bien invertidos, bien canalizados a los sectores productivos, no sólo impulsarían el aparato económico, sino que permitirían generar suficientes excedentes para pagar, tranquilamente, ese mismo endeudamiento. No ha sido así, pero cada mexicano debe más. Entonces, ¿qué ha hecho con ese enorme volumen de recursos? ¿Dónde fueron invertidos? ¿Para qué fue contratado?

Las rebanadas del pastel
La duda ofende: dice Manlio Fabio Beltrones que Felipe Calderón debe definirse, porque “o se es presidente de México o se es presidente de un partido; no puede ser las dos cosas”. ¿Acaso México tiene presidente?
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