viernes, diciembre 29, 2006

Alain Touraine. Sociólogo Francés

Gilberto López y Rivas

La izquierda latinoamericana según Alain Touraine
Envío, revista mensual de la Universidad Centroamericana (UCA), reproduce en su número de noviembre-diciembre un artículo del conocido sociólogo francés Alain Touraine, "Entre Bachelet y Evo Morales ¿existe una izquierda en América Latina?", en el que formula discutibles opiniones sobre los procesos políticos de algunos países de la región.

Inicia su texto pronunciando sus desacuerdos sobre las expresiones de izquierda y derecha, "inventados y utilizados para un contexto totalmente diferente". Propone descartar éstas ante el fracaso de América Latina para ubicar "las luchas sociales dentro de un marco institucional y democrático". El problema radica en recurrir a términos sólo a partir de sus orígenes histórico-regionales (en este caso Europa y sus tradiciones parlamentarias), ya que su universalización con la expansión capitalista trae consigo el esfuerzo de su uso en tiempo y espacio. Con las ambigüedades y equívocos de los vocablos "derecha" e "izquierda", es evidente que el "triunfo de Calderón" (ejemplo que Touraine utiliza) significa la entronización de la derecha, como muchos mexicanos han constatado durante el primer mes de su gobierno: represión, imposición militar, gabinete que favorece abiertamente los intereses trasnacionales y la alianza estratégica con Estados Unidos, complicidad con grupos corporativos y clientelares de la vieja burocracia del PRI.

Habiendo conocido la experiencia del EZLN, Touraine dictamina el "fracaso de Marcos y los zapatistas" por la hostilidad manifestada por este movimiento hacia el candidato Andrés Manuel López Obrador durante la contienda electoral. "La campaña de Marcos ­afirma el autor­ no le quitó muchos votos a López Obrador. No potenció la defensa de las comunidades indígenas, ni reforzó la necesidad de un proyecto democrático mexicano ­elementos que engrandecieron al movimiento zapatista hasta la Marcha sobre México­, lo que finalmente dejó a los zapatistas en una situación de extrema debilidad." Por ello, llega a la conclusión de que "la propia esperanza nacida del alzamiento zapatista ha desaparecido, y no se ve cómo podría renacer en un futuro próximo."

Tales juicios resultan parciales por no tomar en consideración la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, la otra campaña y las exitosas experiencias de las juntas de buen gobierno, que ciertamente no se acercan a los referentes parlamentarios de Europa Occidental pero que desde la brújula indígena señalan una trascendente práctica de democracia directa que bien podría ser una aportación al propio concepto de democracia, también observado a través de la lente europea.

La realidad oaxaqueña de los últimos meses, y en particular la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), que asumen en parte las críticas zapatistas a la izquierda institucionalizada, refutan otra de las tesis de Touraine respecto a México en la que identifica a "la migración masiva como factor debilitador de la capacidad de acción política de los sectores más desfavorecidos", siendo Oaxaca, precisamente, uno de los estados de la República con mayor éxodo de migrantes fuera del estado.

Compartimos los reproches de Touraine al gobierno de Lula pero no la generalización que hace en el sentido que esta experiencia representa el "fracaso fundamental de las soluciones que podríamos llamar 'de izquierda' en el conjunto del continente". Precisamente, las críticas de la izquierda anticapitalista latinoamericana al PRD mexicano o al PT brasileño por sus tendencias a la corrupción sistémica y a la reproducción burocrática y estamentaria la llevan a elaborar propuestas fuera del sistema de partidos y de las instituciones de la democracia tutelada.

Sorprende también la superficialidad con que se califica la "retórica de Chávez" y el análisis del proceso revolucionario venezolano, sobre el cual Touraine expresa: "Porque, a pesar de los progresos logrados desde su elección, el de Chávez sigue siendo un modelo débil de transformación social, si se consideran los inmensos recursos obtenidos por Venezuela por el aumento brutal del precio del petróleo". Es difícil, aun siendo Touraine, dejar fuera del razonamiento político los complejos procesos de concientización y el papel de las fuerzas populares ­incluyendo a los militares bolivarianos­ durante y después del fracasado golpe de Estado contra Chávez y el extraordinario esfuerzo de ganar consecutivos procesos electorales a pesar de la oposición subversiva de Estados Unidos, los medios de comunicación locales o externos y las alianzas con la derecha internacional de la oligarquía venezolana.

Estando de acuerdo con Touraine sobre la trascendencia del proceso boliviano y el presidente Evo Morales, no coincido plenamente con la siguiente afirmación: "el lugar donde se decide la vida política del continente y su capacidad de inventar un modelo político y social capaz de operar sobre una situación extraordinariamente difícil es, sin ninguna duda, Bolivia". En política es difícil considerar la pertinencia de un "modelo", y más aún suponer que éste determina el futuro de América Latina. Tan importante es lo que ocurre en Bolivia como las prácticas autonómicas indígenas en muchos países latinoamericanos, la construcción de poder popular en Oaxaca, la intrincada experiencia de la revolución bolivariana en Venezuela, la siempre instructiva batalla de ideas en Cuba, y muchas otras luchas y procesos que no se mencionan y que provocan en América Latina ­como afirma acertadamente nuestro autor­ "un clima, si no eufórico, al menos moderadamente optimista".

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