La Jornada
Javier Flores
Petróleo: El costo de la ignorancia
El promocional de Pemex sobre la explotación de la riqueza petrolera en aguas profundas es lamentable por muchas razones. Una de ellas, en mi opinión la más grave, es la aceptación abierta de la falta de capacidad tecnológica de nuestro país para aprovechar uno de los recursos más importantes para su desarrollo económico y social. Esta incapacidad se observa como algo natural, como una verdad incuestionable que no debe sorprender a nadie: no podemos solos y tenemos que recurrir a otros para obtener a un costo muy elevado lo que nos pertenece… Es deprimente.
Pero esta visión, plasmada cínicamente en un acto de propaganda para justificar la entrega de nuestro principal recurso a los capitales extranjeros, no solamente está presente en el caso de los yacimientos del Golfo de México. Extiende sus seudópodos a todas las áreas de una industria que acaba de cumplir 70 años de haber sido nacionalizada. La exploración, el transporte y distribución de hidrocarburos, la petroquímica, la refinación, la producción de combustibles y el diseño de maquinaria y equipo son también escenarios en los que se impone una lógica fatal: como no podemos, como no tenemos la capacidad científica y técnica, se justifica entregar el patrimonio de los mexicanos a la voracidad de los capitales privados y las trasnacionales.
Queda claro que para el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa la razón principal para justificar la desnacionalización del petróleo es la falta de capacidad científico-técnica. Si 20 años no son nada, 70 creo que son algo. ¿Qué ha pasado que pueda explicar el atraso científico y tecnológico de una industria mexicana que podría ser una de las más avanzadas del mundo?
Cuando el general Lázaro Cárdenas firmó el decreto por el cual se nacionalizó el petróleo, las empresas expropiadas pusieron en duda la capacidad nacional para hacer frente a los retos de esta industria. Los ingenieros, técnicos y obreros mexicanos lograron sacarla adelante. Se creó además el Instituto Politécnico Nacional (IPN), que ha contribuido desde entonces a la formación de especialistas en diferentes áreas tecnológicas relacionadas con el petróleo.
Otro momento luminoso fue la creación en 1965 del Instituto Mexicano del Petróleo, cuyos objetivos originales fueron la investigación, y el desarrollo de disciplinas científicas básicas y aplicadas; la difusión de los desarrollos científicos y su aplicación en la técnica petrolera, y la capacitación de personal obrero. Este instituto fue el resultado de la visión de un gran mexicano: don Jesús Reyes Heroles, y su primer director fue nada menos el ingeniero Javier Barros Sierra.
En los primeros 30 o 40 años se tenía el impulso nacionalista de los pioneros y fueron creadas las instituciones para asegurar el desarrollo científico y tecnológico en la industria petrolera. Entonces, ¿qué pasó? ¿Por qué ahora se acepta como algo normal la incapacidad de México en materia de conocimientos en este sector, al grado de justificar la entrega de los recursos petroleros a los capitales privados nacionales y extranjeros?
Lo que pasó es que ingresamos a una etapa de sombras en la que ha predominado la depredación más descarada de los recursos naturales que son propiedad de la nación. Paulatinamente se han modificado leyes secundarias –como se pretende hacer ahora con la reforma energética– con el fin de burlar los preceptos constitucionales que establecen claramente que esta riqueza es de los mexicanos. Como se sabe, una de las estrategias del saqueo ha sido el desmantelamiento del sector estatal de la economía, una de cuyas piezas más resistentes ha sido precisamente el sector energético.
Pemex está al borde de la quiebra, según sostienen quienes se empeñan en entregarla a inversionistas extranjeros. ¿Cómo se ha logrado arruinar a la empresa que genera los mayores recursos para el país?, pues aniquilando sus capacidades científico-técnicas. Desde hace por lo menos tres décadas se ha producido el desmantelamiento de la investigación científica y tecnológica en el sector energético, por medio de los recortes presupuestarios y el abandono a los institutos Mexicano del Petróleo, de Investigaciones Eléctricas y de Investigaciones Nucleares. Si a esto se añaden los bajos recursos que se otorgan a las instituciones de educación superior públicas en las que se realiza investigación como el IPN, tenemos el panorama completo.
Quienes sostienen que la derecha tiene la visión más progresista para el desarrollo mienten, ya que el progreso de todas las naciones en el mundo está sustentado hoy en el conocimiento científico-técnico y no en la ignorancia, que, como vemos, tiene un costo muy alto. El petróleo es el ejemplo más claro.
martes, marzo 25, 2008
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