La Jornada
Alejandro Nadal
Maíz transgénico en el Distrito Federal
El maíz transgénico llegó al Distrito Federal. Es una noticia alarmante, cargada de implicaciones negativas: un paso más en la ofensiva de las corporaciones productoras de organismos genéticamente modificados (OGM) para invadir, por la vía de los hechos, el campo nacional con esos productos. Su objetivo es claro: hacer irreversible la difusión de sus OGM y asegurarles así la apertura de nuestro mercado. Desde el punto de vista ecológico, la mala noticia es que la integridad del germoplasma maicero de México está amenazada. Desde el punto de vista social, los productores mexicanos pueden perder uno de sus principales activos: los recursos genéticos que han estado desarrollando desde hace siglos.
La presencia de maíz transgénico en el suelo de conservación del Distrito Federal es el principal hallazgo de una importante investigación del científico mexicano Antonio Serratos, publicada este año en la revista especializada Frontiers of Ecology and the Environment (órgano de la Sociedad Estadunidense de Ecología). El estudio incluyó trabajo de campo realizado en el suelo de conservación en las delegaciones de Milpa Alta, Tlalpan, Tláhuac y Magdalena Contreras. La técnica utilizada consistió esencialmente en pruebas de inmunoensayo sobre muestras de maíces que revelaron la presencia de dos proteínas transgénicas distintas: la proteína CP4 EPSPS (que produce tolerancia al herbicida Glifosato) y Cry1Ab/c (que confiere resistencia a insectos lepidópteros en maíz).
Aunque la investigación no detecta la frecuencia estadística, ni la frecuencia completa del transgen utilizado, desde el punto de vista legal el análisis es determinante y no hace falta un examen a nivel molecular más detallado. Si un estudio análogo sobre la parcela de un productor orgánico en el Distrito Federal arrojara el mismo resultado, ese productor perdería ipso facto su registro y el acceso al mercado de productos orgánicos, independientemente de la frecuencia o del tipo de transgen que hubiera sido detectado por el estudio: bastaría una sola planta contaminada para eliminar del registro de productos orgánicos toda la parcela. Además, bajo la legislación vigente en materia de bioseguridad, ese productor carecería de recursos legales para reparar el daño causado. Bajo estas condiciones, cualquier plan para desarrollar la agricultura orgánica peligra con la difusión de los transgénicos.
Esta revelación contradice las afirmaciones repetidas del secretario de Agricultura, Alberto Cárdenas, de que sólo hay rumores sobre la presencia de transgénicos. Evidentemente el titular de la Sagarpa ha sido muy mal informado y debiera poner atención, pues está comprometida su responsabilidad en este asunto tan grave.
Después de los hallazgos reportados por Chapela y Quist en la revista Nature (2001), de los estudios realizados por INE-Conabio (2001) y por un grupo de organizaciones civiles y de productores del campo (2003), informando sobre la presencia de maíz trangénico, así como la confesión reciente de grupos de agricultores en Chihuahua que afirman estarlo sembrando, el trabajo de Serratos viene a corroborar la gran dispersión del maíz transgénico en México.
Una buena noticia es que el mismo científico ha liderado una red de investigadores de cinco universidades y centros de investigación para diseñar un proyecto dirigido a transformar el suelo de conservación del Distrito Federal en un refugio para el rescate del germoplasma de los maíces nativos del altiplano mexicano. El proyecto tiene tres componentes principales. Primero, permitirá la detección de material transgénico en los maíces sembrados en el suelo de conservación. Esta actividad de monitoreo es vital para poder preservar localmente la constitución genética de las razas nativas del altiplano. Segundo, el proyecto propone desarrollar alternativas agroecológicas, sustentables, económicamente benéficas para los productores. Estas líneas de producción pueden competir ventajosamente frente a maíces híbridos convencionales o los transgénicos en los mercados de productos alimenticios de gran valor agregado. El tercer componente innovador del proyecto del doctor Serratos y sus colaboradores es el enfoque revolucionario de fusionar la biotecnología con los principios de la agroecología. Eso permitirá avanzar hacia un nuevo paradigma científico y una nueva trayectoria para la biotecnología molecular, con efectos benéficos para la producción de millones de campesinos pobres en el mundo.
Los principales objetivos del proyecto ya fueron recogidos en el Plan Verde del Gobierno del Distrito Federal, reconociendo así la relevancia de este estudio para el mantenimiento y la sustentabilidad del suelo de conservación, así como para el régimen de bioseguridad.
En el contexto internacional se está produciendo un viraje. Francia acaba de anunciar una moratoria indefinida sobre los cultivos transgénicos por los riesgos que implica su utilización y dio a conocer planes ambiciosos para promover la agricultura orgánica. Se une así a Alemania, Hungría, Polonia, Austria y Grecia, al reconocer la importancia de vincular la producción agroecológica con el rechazo a los transgénicos.
En nuestro país, el proyecto del doctor Antonio Serratos y su equipo es la clave para el futuro del germoplasma maicero mesoamericano, la seguridad alimentaria y el bienestar de los productores del campo.
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