lunes, febrero 22, 2010

Revolución 2010. "Insurrección en curso"

La Jornada





La insurrección en curso
Gustavo Esteva





Se multiplican las agresiones a los pueblos: Chiapas, Cananea, Juárez. Es un estado de cosas insoportable que aparece como clara expresión de la incompetencia política, la corrupción estatal y la compulsión reaccionaria que padecemos, las cuales se profundizan junto con la degradación moral de las clases políticas. Pero es también, acaso, manifestación de una estrategia que busca abortar la insurrección en curso.

El Comité Invisible, un colectivo francés imaginario, publicó hace un par de años L’insurrection qui vient (Google aporta versiones pobres en español e inglés). Al leer este libro fascinante y examinar las verdades necesarias que establece, no puedo evitar la impresión de que la insurrección que viene ya llegó. No sé si en París, pero sin duda en Oaxaca, en Chiapas, en México. Estamos en ella.

No se anuncia con fanfarrias. No consiste en marchas, plantones, manifiestos o proclamas. Elude movilizaciones colgadas de líderes y lemas. No apela a las armas, aunque puede apoyarse en la autodefensa armada. Se encuentra en todas partes y en ninguna; desde cualquier posición, en el lugar en que se encuentre, la gente impulsa con dignidad y coraje sus formas propias de vida. Hay quienes lo hacen por razones de estricta supervivencia. Otros apelan a antiguos ideales. Todos desafían radicalmente el estado de cosas, el sistema dominante, el régimen político y económico que ha llevado a la catástrofe actual. Se ocupan, ni más ni menos, de generar nuevas relaciones sociales y políticas, más allá de la explotación económica y del control político o policiaco. Esta rebelión de los descontentos es también la insurrección de los saberes sometidos y las imaginaciones reprimidas que saben llegado el momento de la verdad.

Habrá que hablar de ella, aprender a verla, de-velarla. El libro La insurrección que viene contribuye a esa tarea. Sus redactores no son sus autores, aclara el Comité Invisible. Han puesto algo de orden en lugares comunes de la época, lo que se murmura en las mesas de los cafés o tras las puertas de los dormitorios. No han hecho sino precisar las verdades necesarias, las que ante el rechazo general llenan los hospitales siquiátricos y las miradas compasivas. Son los escribas de la situación. El privilegio de las circunstancias radicales es que la precisión conduce en buena lógica a la revolución. Basta decir lo que tenemos ante nuestros ojos y no eludir las consecuencias. Y es esto, en realidad, lo más difícil. Reconocer con entereza la gravedad del estado de cosas y enfrentar a pie firme lo que eso significa.

El libro empieza con una provocación que describe muy puntualmente lo que pasa entre nosotros: “Desde cualquier ángulo que se le observe el presente no tiene salida. No es la menor de sus virtudes. Quita todo sostén a quienes se empeñan en esperar a como dé lugar… Todo mundo sabe que las cosas no pueden sino ir de mal en peor. ‘El futuro no tiene porvenir’ expresa la sabiduría de una época que ha llegado, como si fuese extrema normalidad, al nivel de conciencia de los primeros punks… Pero el impasse actual, perceptible en todas partes, en todas partes es negado.”

Necesitamos aprender a ver, con ojos menos empañados, lo que la gente común está haciendo ante las dificultades del día, ante esa perspectiva cada vez más oscura. Necesitamos reconocer los rasgos de esta insurrección que hasta ahora ha resultado invisible. Pero antes aquilatemos el significado de lo que está ocurriendo. Chiapas y Cananea tienen un signo común: son provocaciones abiertas, tratan de inducir un comportamiento específico. Se busca con ellas intimidar hasta la parálisis o bien estimular reacciones descontroladas y agresivas. Estas reacciones permitirían dar apariencia de justificación al aplastamiento policiaco que se intenta realizar, el cual podría conducir más temprano que tarde a una especie de guerra civil que pudiera abortar la insurrección.

Ésa sería la estrategia. Provocar alguna forma de violencia popular espontánea y caótica. Que la gente, harta de tanta provocación o de los callejones sin salida a los que se la conduce continuamente, estallara sin orden ni concierto. Se estarían buscando pretextos para profundizar el autoritarismo actual y llevarlo hasta el punto en que fuera capaz de evitar que la insurrección se ampliara y profundizara hasta cumplir su destino: liquidar sin violencia el régimen dominante.

Socavar esta perversa estrategia, impedir que triunfe, es hoy condición de supervivencia tanto de la insurrección en curso como de la vida social misma, que ha entrado en un grave proceso de descomposición. Para todo esto necesitamos, más que ninguna otra cosa, miradas claras e imaginaciones lúcidas.

domingo, febrero 21, 2010

Revolución 2010. Contra el despojo de bienes y derechos nacionales

La Jornada




Más represión contra sindicatos y sus miembros
Antonio Gershenson




El que esto se vaya generalizando muestra que es una política oficial. La represión contra trabajadores de todo tipo, profesionistas, técnicos, obreros, campesinos, etcétera, está en el orden del día.

A la expulsión, incluso con las armas, de los miembros del Sindicato Mexicano de Electricistas; a los intentos sucesivos de romper huelgas mineras, en especial ahora la de Cananea, y otras acciones similares, se suma una nueva oleada de despidos, jubilaciones forzadas y expulsiones por la fuerza de sus lugares de trabajo, en Pemex, de miembros de la Unión de Técnicos y Profesionistas Petroleros (UNTPP). Todo esto, en medio de presiones para que firmen la renuncia a esta unión y soliciten por escrito la cancelación de su registro.

Ello, a pesar de que esta organización ya cuenta con el registro legal, y la toma de nota del Comité Ejecutivo Nacional de la misma. Con esto se viola el artículo 133 de la Ley Federal del Trabajo, que dice: Queda prohibido a los patrones: (...) IV. Obligar a los trabajadores por coacción o por cualquier otro medio, a afiliarse o retirarse del sindicato o agrupación a que pertenezcan, o a que voten por determinada candidatura.

En este y los otros casos, el gobierno federal ha violado no sólo la Ley Federal del Trabajo, sino la Constitución y tratados internacionales que México ha firmado.

Eso no quiebra la lucha de los petroleros por: la reinstalación de los despedidos, el establecimiento de relaciones laborales entre Pemex y la unión, y el respeto a los derechos humanos y laborales de los trabajadores.

No es raro que en otros sindicatos, como el de telefonistas, se haya dicho que ellos también participan en movilizaciones y otros actos, no sólo por solidaridad, sino porque pueden ser los que siguen. De hecho, donde no ocurren este tipo de atropellos es en sindicatos controlados por el gobierno a través del llamado charrismo. Ahí, los trabajadores generalmente sólo pueden mantener su empleo sometiéndose.

Y todavía hay funcionarios que se presentan a sí mismos como defensores de la democracia. Si en una elección no dudan en comprar votos, en usar fondos públicos para promoverse, etcétera, y llamarle a eso democracia, en la vida diaria, negando a los trabajadores sus más elementales derechos, muestran cómo la democracia cotidiana y sindical no existe para ellos.

En la mayoría de los casos hasta el momento, estas agresiones contra el sindicalismo democrático se han dado en entidades públicas. Y se dan como parte de una política encaminada a destruir, de golpe como con LFC o gradualmente como con Pemex y la CFE, a estas entidades, estratégicas y vitales para el país.

Uno de los casos más recientes de esa destrucción gradual de Pemex son las disposiciones administrativas publicadas el pasado 6 de enero en el Diario Oficial, de las que hablamos en este espacio el domingo pasado. Incluye el derecho de adjudicar, por tramos de territorio, zonas petroleras a grandes empresas privadas. El PRI, que hablaba de sumarse a la controversia constitucional, finalmente se plegó con el PAN a las posiciones del gobierno federal y, como sucedió con el aumento del IVA y otras medidas similares, aprobó lo que había criticado. Al no permitir la discusión del punto, en el último día del plazo para la controversia, acabó, nuevamente, sumándose al PAN, a pesar de que se habían quejado de que les habían mentido para que aprobaran el paquete presupuestal a finales del año pasado.

Como vemos, están muy relacionados los aspectos de represión a los trabajadores democráticos con los de la entrega del país y de sus áreas estratégicas. No es la primera vez en la historia en la que se golpea a núcleos sindicales democráticos para facilitar la entrega de entidades estratégicas del país. Y, claro, estos y otros trabajadores se oponen y se opondrán a esa entrega.

"Bolivia: tres revoluciones"

La Jornada



Bolivia: tres revoluciones
Guillermo Almeyra



Bolivia está llevando a cabo tres revoluciones simultáneas: una, democrática, descolonizadora, modernizadora; otra, cultural, eliminadora del atraso y la barbarie impuestos por el pasado de explotación y sumisión, y la tercera, social, de contenido anticapitalista objetivo. Evo Morales y su gobierno conducen las dos primeras con gran vigor y decisión, pero las formas y el contenido de la tercera están todavía indefinidos.

Dos casos recientes ilustran las dificultades que derivan del pasado. El primero es del intelectual aymara y ex ministro Félix Patzi, hasta hace poco candidato nada menos que a gobernador de La Paz y que acaba de pasar a la oposición y de intentar formar su propio partido campesino sobre bases racistas (habla de que los ministros blancos lo persiguen). El otro es el de la negativa del Estado Mayor de las fuerzas armadas a proporcionar a la justicia los documentos sobre la dictadura y las desapariciones y torturas. Analicémoslos un poco.

El gobierno, por la vía legal, había declarado que conducir en estado de ebriedad constituía un delito punible con cárcel, como en cualquier país civilizado. El sindicato de choferes de autobuses declaró un paro de 48 horas para revocar esa medida, defendiendo obviamente el derecho a conducir borracho y, además, Patzi fue pillado conduciendo alcoholizado y Evo Morales, de inmediato, así como el MAS, su partido, lo eliminaron automáticamente como candidato a gobernador de la principal ciudad boliviana, a pesar de su popularidad y su apoyo organizado.

Patzi, para colmo, primero mintió al tratar de explicar su borrachera pues dijo que venía de un inexistente velorio de una prima. O sea, opuso los usos y costumbres (en los velorios todos beben) a la ley estatal y, después, para colmo, se fue a su zona natal para que su comunidad le aplicase un castigo (hacer mil ladrillos de adobe en tres días). La imposibilidad material de cumplirlo en ese corto lapso (reducido además por entrevistas y reuniones) constituía por sí misma otra mentira evidente y, una vez más, un intento de oponer los usos y costumbres a la ley estatal (aunque, desde el punto de vista de aquéllos, correspondía que el castigo fuese establecido por la comunidad donde había cometido el delito, y no por su comunidad originaria).

La ley de la República fue violada en nombre de la incorporación de los usos y costumbres a la Constitución pero pisoteando al mismo tiempo el precepto indígena oficial de no mentir, aprovechando que en Bolivia, como en muchos otros países, emborracharse es algo muy común y cosa de hombres, tanto que un sinónimo de beber es macharse. Las decisiones legales tendientes a fortalecer el Estado, por otra parte, chocaron además en este caso con el indigenismo racista de Patzi (y de sus seguidores atrasados que creen que los explotadores son sólo los k’aras, los blancos, cuando hay capitalistas aymaras) y con el nepotismo y el clientelismo del ex ministro durante su periodo de administrador público, así como con el corporativismo de la Federación Campesina de la Paz, que lo siguió acríticamente, y sobre el cual Patzi intenta construir su partido opositor.

En el caso del mando militar y de su oposición a la justicia actúan diversos factores ( como, por ejemplo, la influencia en los altos mandos de las fuerzas conservadoras y contrarrevolucionarias nacionales y extranjeras) pero predomina nuevamente el corporativismo. Los militares de hoy cubren a los dictadores y asesinos del pasado, porque perro no come perro y porque esperan que en el futuro se les brinde a ellos la misma solidaridad de casta. Ahora bien, en un Estado moderno –y Morales quiere modernizar Bolivia– los militares están sometidos a las leyes y a los poderes estatales y no son un cuerpo que pueda funcionar en autogestión. Nuevamente, los intentos de sacar a Bolivia del atraso (la borrachera, el clientelismo, la corrupción, la arbitrariedad de los cuerpos separados) para imponer una Constitución, un estado de derecho y construir, por primera vez en su historia, un verdadero Estado capitalista, chocan con el espesor político-cultural del colonialismo y el precapitalismo. Y eso no se elimina en un par de años sino que requiere una larga revolución cultural. No basta, pues, con ganar el gobierno y con obtener un apoyo popular de 80 por ciento contra la reacción, si no se tiene realmente el poder y si ese apoyo masivo es mucho menor en casi todos los aspectos de la vida política y cotidiana, que, para bien y para mal, están muy marcadas por el pasado.

Aquí entra el problema de la tercera revolución, la anticapitalista, que figura en las aspiraciones de Evo Morales y Alvaro García Lineras pero no permea ni las medidas de su gobierno ni el accionar de su partido, el MAS. En primer lugar, éste es un pool de intereses corporativos, una alianza de organizaciones sindicales y sociales con sus burocracias respectivas, y no está en condiciones de orientar al gobierno. En segundo lugar, según las tradiciones nacionalista-desarrollista de la revolución de abril de 1952, el gobierno confía en el aparato estatal para industrializar el país y no en las capacidades de autogestión y construcción de una economía alternativa por parte de los obreros y campesinos. Depende, pues, como antaño, de una economía extractiva, exportadora y de la producción por el Estado de lo mismo que producían los capitalistas privados. Construye así el capitalismo de Estado e intenta crear un aparato burocrático para dirigirlo y utiliza el apoyo masivo como si fuera su infantería de choque, pero sin que los trabajadores discutan y decidan qué hacer en el territorio y qué con los recursos. Pero esto tampoco se consigue rápidamente y, además depende de los avances de la revolución cultural y de la situación económica internacional.

viernes, febrero 19, 2010

Revolución 2010. "PAN enemigo de la democracia"

Las alianzas
Luis Javier Garrido




Las alianzas electorales que el gobierno calderonista busca imponerle al PRD no tienen más objetivo que fortalecer en México un sistema autocrático, en el que las fuerzas populares no puedan tener ya una alternativa electoral en 2012.

1. La preocupación fundamental de Felipe Calderón y de los grupos panistas-yunquistas al iniciarse la segunda mitad del sexenio no es tratar de sacar al país de la gravísima crisis a la que lo han llevado por sus políticas antinacionales y antipopulares aunadas a su ineptitud y corrupción, lo que no les importa, sino fraguar cómo mantenerse en Los Pinos en 2012 para seguir haciendo negocios, y un sector de empresarios y algunas trasnacionales vinculadas al PP español los están persuadiendo de que aún pueden lograrlo, aun prescindiendo del PRI, su aliado estratégico y sin el que no hubieran podido mantenerse en el gobierno.

2. La renuncia de Fernando Gómez Mont al PAN el 10 de febrero fue un signo de que el matrimonio de conveniencia entre PRI y PAN está enfrentando una crisis con vistas a 2012 por la pretensión del tricolor, aliado a Televisa, de imponer al mexiquense Enrique Peña Nieto, lo que ya se había advertido semanas atrás cuando Carlos Salinas de Gortari destapó como posible candidato priísta a Fidel Herrera, eventual candidato para perder en ese 2012, y abrió un espacio para la negociación entre los integrantes de la mafia en el poder.

3. Lo que no puede esperar para la derecha mexicana es el escenario nacional cada vez más crítico y el riesgo que ello entraña para las presidenciales. De ahí las alianzas electorales que están urdiendo con el grupo de los chuchos, sus incondicionales del PRD, y que no están destinadas a ganar gubernaturas en 2010, sino a sentar las bases para cerrarle el camino a Andrés Manuel López Obrador en 2012, impidiendo que haya una candidatura de oposición. La pretensión de Calderón de apoderarse del PT es ya un anuncio de esa estrategia.

4. Habría que recordar ante este intento de manipular a la ciudadanía que las alianzas de partidos afines para presentar candidatos al Congreso constituyen un mecanismo de los regímenes parlamentarios en los que gobierna la mayoría legislativa, nunca de los presidenciales, donde el Legislativo debe ser un contrapeso al Ejecutivo. La alianza de partidos, que oficialmente son contrarios en todo como en el caso del PAN y el PRD, busca confundir a los electores para que asuman que no hay grandes diferencias programáticas entre ambas formaciones políticas y avalen las políticas de la minoría oligárquica que está depredando al país y que es contraria a los intereses populares, y de paso convalide al PAN golpista como un partido al igual que cualquiera.

5. Las alianzas electorales se plantearon como útiles en los años 90 del siglo anterior, cuando los panistas, a pesar de estar aliados con Salinas, simularon ser demócratas pretendiendo estar dispuestos a pelear junto con la izquierda para instaurar un sistema electoral democrático y otro régimen político en el país, por lo que hubo candidaturas comunes en San Luis Potosí (1991) y en Durango (1992), que no llegaron, hasta que en uno de los raros casos en que triunfó una fórmula PAN-PRD (1999) su fracaso fue absoluto, pues el ex priísta Antonio Echeverría gobernó Nayarit como un sátrapa de derecha.

6. En el México de 2010, todo mundo sabe que el PAN es un partido enemigo de la democracia, que alcanzó en 2006 la Presidencia por el fraude electoral más grande en la historia reciente y que ha estado fortaleciendo el mismo régimen político, con rasgos más despóticos que en los años del PRI, pues se funda en los fraudes electorales como en el control que los medios ejercen sobre el pueblo, sin más proyecto que entregar las riquezas básicas de la nación y el control de sus enclaves estratégicos a Washington.

7. ¿Qué alternativa puede representar para Oaxaca un candidato como Gabino Cué, quien pretende llegar a la gubernatura con el apoyo de Felipe Calderón, que apoyó seis años al priísta Ulises Ruiz, y para aplicar los mismos programas neoliberales? ¿No se dan cuenta de que los oaxaqueños entienden que no tiene autoridad moral alguna?

8. La alianza de partidos opuestos en todo y que postulan proyectos contrarios no puede conducir a un gobierno de coalición y es una aberración política que no se entiende si no es en función de servir a los intereses de la derecha, que busca crear un escenario de confusión, como pretenden hacerlo ahora Calderón y el que aparenta ser su aliado, pero que en los hechos se presenta sin rubor como su sirviente, Jesús Ortega, quien pretende se olvide que fue Calderón quien lo impuso de manera ilegal e ilegítima al frente del PRD tras un fallo contrario a derecho del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación el 12 de noviembre de 2008, encabezado ya por María del Carmen Alanís, amiga de Margarita Zavala.

9. El señalamiento de que el móvil de la actual directiva perredista para aliarse con Calderón y con el PAN es el dinero que les permitiría enquistarse en el partido en 2011 y cerrar el camino a una candidatura de López Obrador en 2012 es más que evidente. Los recursos de los programas de desarrollo social y de otras partidas entregados a Jesús Ortega y a sus amigos les servirían para mantener una estructura de control en Oaxaca y en otros estados buscando convertir al PRD en un partido comparsa del gobierno panista, subordinado al proyecto del capitalismo multinacional.

10. Esa alianza del PRD –que se pretende un partido que defiende las causas populares–, con el PAN, el partido de la oligarquía fascista al servicio de las multinacionales, no es nada más un acto de traición de la dirigencia perredista a sus militantes y a los principios partidistas, como afirman todos aquellos que la impugnan, sino al pueblo de México, pues supone no sólo apoyar a candidatos enemigos de los intereses del pueblo, sino sentar las bases para establecer en México un sistema partidista de corte totalitario, en el que las tres principales fuerzas políticas respalden el mismo proyecto económico y social del neoliberalismo, que es hacia donde los chuchos, que no en balde fueron militantes del paraestatal PFCRN, luego PST, quieren llevar a lo que queda de la izquierda mexicana.

La pretensión de la mafia en el poder de sentar desde ahora las bases para imponerse en 2012 va a fracasar porque hay un pueblo cada vez más alerta, dispuesto a impedir que le cierren las vías democráticas, y por eso no van a prosperar las candidaturas PAN-PRD, que a muy pocos pueden engañar.

miércoles, febrero 17, 2010

Revolución 2010. "Decadencia y faramallas"

La Jornada


Decadencia y faramallas
Luis Linares Zapata



Durante varios y ruidosos días la renuncia del abogado Gómez Mont a su militancia en el PAN llenó los aires difusivos del espacio público nacional. La palabrería y el ruido fue apabullante. Más todavía lo fueron las suposiciones que, de tan pueril y tonto acto de prestidigitación, desprendió la opinocracia afiliada al poder. ¿Estará enterado el señor Calderón, su jefe, de tan osado movimiento? ¿Renunciará también a su cargo en el gabinete? ¿Podrán continuarse con las peliagudas negociaciones que Gómez Mont debe llevar a cabo? ¿Las alianzas entre el PAN y el PRD son la causa de tan crucial suceso? ¿Qué le pasará a la administración panista ya tan tocada por los fracasos?

Éstas y otras preguntas adicionales pero irrelevantes, incisivas pero pueriles, fueron las dizque feroces interrogantes lanzadas, sin ton y poco son, para entretener audiencias. Mientras, allá en el mero fondo de la nación, una sociedad angustiada, temerosa, abandonada a su mala suerte, da muestras palpables de su enojo por un presente donde los desastres son continuos y la desesperanza ante el futuro es ya común denominador.

El sainete del renunciante se encimó, además, a la fugaz, atarantada y frustrante visita del señor Calderón a Ciudad Juárez. Se trataba de destacar el arrepentimiento que embargaba al Ejecutivo federal por sus torpes palabras catalogando de pandilleros a los jóvenes masacrados. Quería oír, ¡en persona!, a los ciudadanos afectados. Tenía necesidad de comunicarles una nueva, comprensiva, estrategia global para enfrentar el problema de la masiva inseguridad. Pretendía matizar, darle un giro a su decisión, terminal por cierto, de combatir de frente la violencia desatada con la presencia masiva de las fuerzas del orden, el Ejército en primerísimo lugar.

Se había dado cuenta el señor Calderón, después de tres cruentos años de insistir en su guerra particular, que hacían falta otros mecanismos, la puesta en marcha de diferentes programas para atender causales más profundas en su intento por apaciguar a una criminalidad fuera de control.

El PRI, en su versión chihuahuense, se movió con rapidez y dio el inesperado arañazo de urgencia. Movería algunos despachos, con sus actores dentro, al teatro por donde fluirán los flujos de recursos anunciados. No quedarían los priístas fuera del reparto de bienes para la compra de votos en las inminentes elecciones locales. Y así quedarán empatados, al menos por un tiempo perentorio, los ánimos de apañe, tanto de los negocios particulares derivados del dispendio como por los asuntos de imagen partidista que los programas, inducidos desde el centro, llevan atados.

Ya los difusores de la derecha se encargarían de ofrecer versiones que amortigüen las evidentes improvisaciones gubernamentales. Había necesidad de poner los acentos ahí donde, aparentemente, nadie los había visualizado: sobre la sociedad juarense que no reclama ante los hacedores efectivos del mal, los asesinos materiales de jóvenes.

La intentona de los opinadores, disfrazada de crítica profunda, innovadora, iracunda y perspicaz, lleva como central propósito limpiar las atónitas caras de las autoridades, en especial la indefensa y boquiabierta del señor Calderón mismo.

La polvareda propagandística crece por estos días de manoseos y ambiciones prelectorales en proporción inversa al pánico que ocasionan las verdades de un sistema decadente que se desea prolongar, aunque ya carezca de sentido y sus resultados sean contraproducentes. No se trata de atender las causas reales de estas tragedias de violencia o de los terribles, pero evitables efectos de la adversidad climática, ya sea en Agangueo, Neza o Chalco.

Es de urgencia oficialista envolver con sendos mantos de disculpas y verborrea las provocaciones constantes, a cielo abierto que desde el poder establecido se infligen a la sociedad para permitir los negocios acostumbrados a la vera del poder.

Hay que continuar con la aplicación tajante, sin contemplaciones, del modelo vigente, ése que permite la acumulación desmedida de riqueza en la cúpula mientras se empobrece, ignora y margina a las mayorías. Si en la ruta decidida desde hace ya décadas se atraviesa un sindicato de electricistas rijoso, liquídese aunque se tuerza la ley y manden al desamparo a miles de familias.

Si al manejo autocrático de alguna mina, concesionada con larguezas patrimonialistas a plutócratas locales, se resisten sus trabajadores, que los jueces declaren, por orden terminal de la cúspide federal, el finiquito de la empresa y, por tanto, de su contrato colectivo (Cananea). Si en la rebatinga de los inmensos contratos petroleros se tuercen las recientes reformas, que se den a conocer, con bombo y dispendio, hallazgos de abundantes campos de gas y crudo marino. Contrátese para ello, sin remilgos ni cortedades a los publicistas especializados en distractores para adormecer a la ciudadanía. Si para seguir con la entrega de la minería a los extranjeros se den facilidades fiscales inauditas, que así quede plasmada la decisión inapelable de la autoridad sin que los reclamos de pueblos, comunidades indígenas o comuneros tengan resonancia y consecuencias. O para que se continúe con la política impositiva de consolidaciones rampantes, agujeros deliberados, auditorías a modo y salvedades para sendos grupos empresariales que lastran a la hacienda pública, es preciso engatusar a los ciudadanos con señuelos de reformas políticas, pues que se llame a los legisladores maromeros para que pongan sus artes y oficios a funcionar.

En fin, si para allegarle más recursos a la hacienda pública en medio de la crisis es preciso negociar, en lo oscurito, la inmunidad de sátrapas y salvaguardar al joven del copete alisado de una pérfida alianza en su contra, pues que de ello se encargue el abogado Gómez Mont y luego se arme un escándalo a su costa para salvar la funcionalidad de otros. Al fin y al cabo, todo está permitido en política y se asiente, como consuetudinaria verdad real, el haiga sido como haiga sido.

martes, febrero 16, 2010

Revolución 2010. Mostrar Fuerza Social.

La Jornada


No se repetirá
Pedro Miguel




“Después de pensarlo bien, los esclavos decidieron pedir cinco pesos diarios y ocho horas de trabajo. El amo oyó la petición, tosió, escupió, se encogió de hombros y dijo: ‘sólo el gobierno puede resolver sobre este asunto’. El gobierno ha ordenado a los capitalistas que no paguen buenos salarios al trabajador mexicano, porque el bienestar dignifica y ennoblece al hombre, y un pueblo de hombres dignos no soporta tiranías. Se declaró la huelga. Nadie volvería a entrar a las minas a trabajar, ya que las familias de los trabajadores se pudrían en la miseria para que engordasen y gozasen de la vida las familias de los que no sudaban. Seis mil hombres dejaron caer la herramienta, animados por la esperanza de que arrepentidos los amos atenderían sus reclamaciones. Vana esperanza. Los amos armaron a sus lacayos y asesinaron al pueblo. El gobierno, por su parte, mandó soldados a que hicieran lo mismo, y cobarde y traidor, toleró que forajidos extranjeros violasen las leyes de neutralidad para ir a exterminar a los mineros mexicanos.”

Así contaba Ricardo Flores Magón, en la primavera de 1908, lo ocurrido en Cananea dos años antes. 104 años después, una dependencia bufa declara extinguida la relación laboral entre los obreros de la mina, otra vez en huelga, y los dueños actuales del yacimiento, y el secretario del Desempleo, Javier Lozano Alarcón de Larrea, les ladran a los trabajadores en preparación del desalojo violento, mientras su jefe nominal, Felipe Calderón, desempeña el papel de cónsul extranjero y arguye que la política antiobrera de su desastre llamado gobierno es para elevar la competitividad y atraer inversiones: los derechos laborales liquidados, para coquetear con los inversionistas extranjeros; millones de pobres y desempleados, para crear ambiente de negocios; 18 mil muertos, para impulsar la rentabilidad; autoritarismo torpe e insensibilidad extrema, para facilitar la venta del país y sus habitantes a las gulas financieras foráneas y locales.

Esas no dirán nada si, de paso, la familia política del propio Calderón se hincha las cuentas de banco con contratos hediondos del Instituto Mexicano de la Juventud, o si el secretario de Agricultura se concede a sí mismo y a sus parientes sumas millonarias con cargo al bolsillo de todos –perdón, de casi todos: aquí sólo pagan impuestos quienes no tienen las influencias ni el dinero para evadir el pago.

Pero la historia no gira en círculos y el baño de sangre en Cananea no se repetirá. Antes de erigirse en dictador, Porfirio Díaz fue héroe de guerra en la resistencia contra los franceses; ya encaramado en el poder, se mantenía al tanto de lo que ocurría en cada rincón del territorio nacional; sabía hacer política y sabía reprimir, tanto que el priísmo histórico (no la delincuencia organizada de hoy) le copió muchas de sus mañas; era la cabeza de una tiranía sólida que reinaba sobre la paz de los cementerios.

El contraste es implacable: antes de colarse a Los Pinos, Calderón despachaba de secretario de Energía, donde solapaba los chanchullos de su difunto amigo Mouriño; no tiene la menor idea de las artes (aunque sean malas) de gobernar; ha llevado a la nación a un baño de sangre sin dirección ni propósito, provocado por su propia chambonería (la ineptitud es la otra cara de la moneda de la arrogancia), y se ha fijado como misión imperecedera llevar a vender la máxima cantidad posible de pedazos de país a esa Lagunilla pirrura denominada bolsa de valores.

El contraste histórico es más pronunciado en la parte baja de la pirámide social. Si el porfiriato la tenía relativamente fácil ante una población cohibida, atomizada y aislada en sus partes, y mayoritariamente desconocedora de sus derechos, la sociedad mexicana actual, a pesar de la tele y de monseñor, no se chupa el dedo. Los juarenses no se arredran ante la nube de guaruras que rodea al ocupante de Los Pinos y le dicen sus verdades en la cara; los capitalinos optan por defender y expandir sus derechos, así sea a contrapelo de la persignada hipocresía gobernante; centenares de miles de mujeres y hombres de varias clases sociales e ideologías salen a las calles en defensa de un país subvertido, dislocado y depauperado desde el poder.

Puede ser que Calderón, Lozano, Larrea y compañía no tengan noción de aquel episodio, o tal vez la adquirieron en algún ojeo rápido de Selecciones, y piensen que aquello se puede repetir. Pero en el México de hoy, a diferencia de lo que ocurría en 1906, los mineros de Cananea –carne de nuestra carne, sangre de nuestra historia, basamento de derechos, de libertad y de independencia– no están solos.

domingo, febrero 14, 2010

Revolución 2010. Ciudad Juárez ¡ CHIHUAHUA !

La Jornada




A la mitad del foro

El estallido social y la sorda oligarquía

León García Soler
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Cientos de personas se manifestaron ayer en Ciudad Juárez, Chihuahua, en demanda de que se esclarezca el asesinato de 15 jóvenes el pasado 31 de enero ApFoto Foto



Adentro, la ira contenida y la desesperación de los vencedores del desierto, que le gritan mentiroso a un presidente municipal que se fue a vivir a El Paso, Texas. No vaya a ser la de malas. La de todos los días. La de las mujeres asesinadas y su memoria mancillada por la mochería que atribuye sus muertes a la vestimenta provocadora. A esos timoratos hipócritas los ponen a cargo de la Procuraduría General de la República. En Ciudad Juárez, los jóvenes que estudian y trabajan con todo en contra pagan con sus vidas la cuota de muertos en el fúnebre recuento cotidiano de la guerra sin fin.

Primero en centros de rehabilitación de adictos a las drogas. En dos ocasiones, ambas con cuernos de chivo, armas del crimen organizado que se han convertido en herramientas del orden común, ordinario, cotidiano. Cosas de la disputa territorial de los cárteles del narcotráfico, dicen. Los mariguaneros y gomeros, puestos al día con el trasiego de cocaína, se modernizaron; se transformaron en empresas competitivas, diría un pobre funcionario cesado fulminantemente. Antes solían pegar carteles en los muros los que hacían como que hacían política o anunciaban el circo, los toros, el cine que aprendió a hablar antes de verse relegado por la televisión.

Nunca tan útil la pantallita para mostrar lo que quisieran ocultar, lo que niegan o en verdad creen imaginación de radicales despistados que no se enteraron del desplome del socialismo realmente existente, confirmación global de la tozuda sentencia pueblerina que declaró muerta la lucha de clases. Aunque desde arriba veían con desprecio a los mexicanos del común, a los pelados, a los indios, a los que trabajan con las manos, aunque fuera la tierra para dar razón a Emiliano Zapata, cuya visión y leyenda sobrevivieron a la larga guerra intestina de revolucionarios empeñados en que alguien tenía que salvar a la patria de sus salvadores.

Vaya paradoja: los herederos de la Revolución y los del antiguo régimen, aristocracia pulquera y plutocracia en ciernes, dieron en bautizar a alguno de sus hijos con el nombre de Emiliano. Hizo falta en Ciudad Juárez alguien que recordara la aguda observación de Friedrich Katz: La mexicana fue la única revolución que no mató a la clase aristocrática que combatía: Madero, Carranza, Zapata, Villa, Obregón y docenas de revolucionarios murieron asesinados. En Inglaterra, Francia, Rusia y China rodaron cabezas coronadas y corrieron ríos de sangre azul. Los curros y hacendados del porfiriato murieron en la cama. Incluyendo al de la burlona nostalgia del verso de Renato Leduc que, atención señores de la sorda clase dominante y la ciega clase gobernante, también proclama la sabia virtud de conocer el tiempo. Y dicen: Tiempos en que Dios era omnipotente/Y el señor don Porfirio, presidente/Tiempos, ¡ay!/Tan iguales al presente.

Lo del centenario movió los miedos de la gente decente, que tanto teme el retorno del cesarismo sexenal. Videntes y profetas previenen de la numerología trágica: 1810, la dizque Independencia que estalló como rebelión campesina por culpa de Miguel Hidalgo y la locura enciclopedista; 1910, el apostolado democrático de Madero, que acabó en rebelión campesina y en la lucha social prevista por Carranza en su discurso de Hermosillo y el jacobinismo que radicalizó la separación Iglesia-Estado y la locura laica de la Reforma, la nacionalización de los bienes de manos muertas y su registro civil. Y eso que hoy predican los cardenales Rivera y Sandoval la defensa de la vida desde el instante de la gestación (con sin riesgo de criminalizar el onanismo) y el derecho de los padres a educar a sus hijos. Y a los tuyos.

Pero lo que dejaban caer sobre los desposeídos y sus despojadores era la amenaza del estallido social inevitable. Y cómo conciliar la inexistencia de la lucha de clases con el violento combate cotidiano de asaltos a mano armada, secuestros, robos, timos con amenazas telefónicas y llamadas de celulares en tierra de impunidad, donde impera el unto de indias y no la ley. Felipe Calderón declaró la guerra al crimen organizado y han muerto decenas de miles de mexicanos. La mayoría son sicarios, nos dicen, narcotraficantes que disputan territorios donde han desplazado al gobierno soberano.

Entonces, ¿ya estalló la violencia social? La violencia, sí. Los jóvenes asesinados en Ciudad Juárez, la insensible respuesta del presidente Felipe Calderón y sus amanuenses; la dimensión aterradora de lo que es hoy el antiguo Paso del Norte; la respuesta tardía, pero respuesta al fin, que ensayó el gobernador José Reyes Baeza; la pública disculpa de Fernando Gómez Mont; la burda aclaración posterior con la cual el secretario de Gobernación dijo que no hubo disculpa, sino precisión; la furia popular que arriba tradujo a malestar de las clases productivas: vientos de tormenta, anuncio de repudio que desveló al señor don César y movió a su jefe, el jefe de gobierno, jefe de Estado y jefe de la guerra, a ir a Ciudad Juárez y enfrentar la amarga realidad.

Un millón y medio de habitantes en medio del desierto, en una ciudad fronteriza al borde del río Bravo y asentada sobre mantos freáticos que la hicieron gran productora agropecuaria y garantizaban agua a los que vienen por miles y los que se quedan sin pasar al otro lado, o son arrojados al sur del Edén. La mitad de sus calles no están pavimentadas. De servicios públicos y sanitarios, ni hablar. Vino la prosperidad de la maquila, maldición que liberó fuerzas sociales, hizo efectiva la igualdad de géneros: Las puertas del infierno donde impera la inequidad. No hay peor desigualdad en la globalidad contemporánea. Y las crisis recurrentes, y la recesión que paralizó al gobierno y aceleró la descomposición, el desgarramiento del tejido social. Trescientos mil empleos se perdieron en la industria maquiladora. Y la esperanza en toda la nación.

A Felipe Calderón lo recibieron en modernas instalaciones. Y se alzaron voces airadas del sector productivo, enojo auténtico de quienes no se atreven ni a contestar el teléfono. Los inconcebibles colaboradores del señor Calderón, por una vez, hicieron la tarea. Llevaban programas, proyectos y recursos para construir escuelas, secundarias, preparatorias, tecnológicos y ayudar a las de educación superior. Llegó con retraso la comitiva. Antes hablaron con los padres de los jóvenes asesinados.

Afuera, la raza, la plebe, el pueblo llano, prueba plena de que en México hay, subsiste, persiste, insiste en hacerse sentir la lucha de clases. ¡Asesinos!, gritaban. Y para comprobar que las guardias pretorianas están hechas para mantener a raya a la plebe, a los bárbaros, los de la Policía Federal reprimieron eficazmente a los jóvenes que manifestaban su ira. Se acabó lo que se daba.

Adentro, Luz María Dávila, mujer del pueblo, del desierto donde se refugió Juárez, logró llegar frente al Presidente de la República. Y le dijo: Mataron a mis dos hijos, yo no le puedo dar la bienvenida. Usted dijo que eran pandilleros y no tenían tiempo ni de salir a la calle, porque estudiaban y trabajaban. Si a usted le hubieran matado a un hijo, debajo de las piedras buscaría al asesino.

De vuelta en el valle de México, que se ahoga en aguas negras, las clases dominantes se ocuparon de la valiente renuncia al PAN del secretario de Gobernación. Y de oír a Jesús Ortega decir que en el PRD no hay líderes morales, que él se encarga de dar a don César lo que es de don César. Y que reverdezca la higuera.

jueves, febrero 11, 2010

Revolución 2010. Celebrar la diferencia

La Jornada

Celebrar la diferencia
Gustavo Esteva


Las palabras son ventanas de la percepción, materia del pensamiento. (Materia viene de mater, madre. Las palabras procrean el pensamiento.) Pensamos con las palabras que usamos. Nuestro vocabulario acota nuestra experiencia del mundo.

Las palabras que han estado usando los obispos en el debate actual sobre las sociedades de convivencia expresan con claridad el estado de sus percepciones, el nivel de su pensamiento. No tienen madre, según el obispo de Cancún. El arzobispo de Morelia sostuvo que los perros no hacen el sexo entre dos del mismo sexo. Esta banalización atroz, sin embargo, que revela un dogmatismo tan arrogante como ignorante, no debe conducir a la banalización del debate mismo, que adquiere otra dimensión cuando la misma pobreza de entendimiento se observa en la Procuraduría General de la República y en Felipe Calderón al presentar una controversia constitucional, la primera, y defenderla el segundo.

Señalar que se está poniendo en entredicho el Estado laico y que la separación de la Iglesia y el Estado es históricamente precondición de las sociedades democráticas es pertinente pero insuficiente. Se trata de algo mucho más grave. Estamos experimentando otra peligrosísima vuelta de tuerca en el estado de excepción no declarado que prevalece ya en el país, la cual se aplica tras una larga serie de atropellos y profundiza aún más el desmantelamiento del estado de derecho.

No se trata solamente, en efecto, de una discriminación inaceptable contra un grupo específico de personas. Lo que se hace es afectar las bases mismas de la convivencia de todas y todos.

El Estado-nación moderno es una estructura cada vez más insoportable: se ha hecho evidente que es una forma de dominación basada en la violencia. El principio que aún lo sostiene, y en su momento representó un avance notable, fue el del respeto a la condición de los individuos que formalmente lo constituyen. Es este principio el que se pone ahora en cuestión.

Hacer que prevalezca el estado de excepción no declarado implica sustituir normas de convivencia formalmente pactadas en la ley por el ejercicio arbitrario del poder coactivo. Se concentra ahora en el control de la población, invirtiendo así el sentido de la ley misma y de la fuerza pública: concebidos e implantados para proteger a la gente, se emplean ahora para proteger de ésta a quienes han usurpado el poder político y policiaco.

Lo que está ocurriendo es un cambio cualitativo en ese ejercicio arbitrario, al ponerlo al servicio de una moralina –una moralidad inoportuna, superficial y falsa– que se eleva a la categoría de principio constitucional.

Al reaccionar con vigor contra esta profundización de la amenaza que se cumple sobre nosotros, necesitamos apreciar debidamente la constelación de fuerzas que enfrentamos. No se reducen a lo que queda del PAN y a otros políticos igualmente confesionales. A veces se disimulan en un lenguaje de apariencia laica que no desciende al nivel del que usan los obispos pero tiene su mismo sello. Conviene recordar que la alianza del PRI con la Iglesia católica empezó con Carlos Salinas y se guió por el mismo pragmatismo sin principios que están ostentando sus actuales dirigentes. Reconozcamos que se trata de un callejón que no tiene más salida que la violencia.

Al mismo tiempo, necesitamos abordar la cuestión con ojos menos empañados. Javier Sicilia abrió una rica veta al recordar que la mayor Ana María señaló con claridad, al defender los derechos indios: Somos iguales porque somos diferentes (Proceso 1734, 24/01/10:46). Refutaba así, brillantemente, la noción de igualdad que la equipara a homogeneidad, a semejanza.

La tolerancia es sin duda preferible a la intolerancia, particularmente cuando ésta empieza a convertirse en comportamiento general, como ocurre ahora. Pero la tolerancia es sólo la forma más civilizada de intolerancia. Tolerar, dice el diccionario, es sufrir con paciencia. Quien tolera alguna condición del otro le está diciendo: No eres como debes ser, pero soy tan generoso que tolero tu existencia. Como decía Goethe, tolerar es insultar: contiene una ofensa inaceptable. Los tolerantes, además, pierden la paciencia a la menor provocación. Se vuelven intolerantes.

La hospitalidad es algo completamente distinto. Significa abrir brazos, corazón y cabeza a la otredad del otro y celebrarla.

En Juchitán hay seis géneros o preferencias sexuales (modos de ser, diría yo) que son públicamente reconocidos y celebrados, aunque todavía haya juchitecos que sólo los toleran y otros que ni siquiera eso.

En el siglo XXI, en México y en el mundo, tendremos una convivencia hospitalaria, forjada desde abajo y a la izquierda… o experimentaremos un autoritarismo bárbaro, conducido por toda suerte de moralinas.

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ESTADO LAICO Y EL CLERO